Devorando elefantes

domingo, 20 de marzo de 2016

Diecinueve de marzo.

A mí también me pasa que como no he tenido hijos, lo más sagrado que poseo son mis muertos.

Tal día como hoy murió mi abuelo, el abuelo Antonio. Anoche soñé con él, fue un sueño incómodo. Mi abuelo huía, todavía no he podido interpretar de qué. Yo lo perseguía con el único propósito de tranquilizarlo. Así fue. En el final del sueño conseguí detenerlo, lo agarré fuerte de sus brazos y lo miré; lo miré como se mira a un niño frágil y temeroso que huye de los fantasmas de la oscuridad.
Es curioso que haya soñado esto; curioso porque en toda mi vida no recuerdo ver a mi abuelo enfadado, jamás. Aunque estuviese dolorido, aunque estuviese cansado y abatido; aunque estuviese preocupado, él solo hacía que sonreírnos y decirnos que "éramos los más guapos del pueblo" mientras nos pellizcaba con sus torpes y simpáticos dedos de artrosis.
Pero a decir verdad, a quien he echado de menos hoy ha sido a mi padre. Mi padre sagrado. Recuerdo su voz. Recuerdo todo de él. Sus manos, su ropa, sus dientes. Su sonrisa, su piel y sus piernas. Recuerdo su mirada y sus gafas; sus burlas y sus ideales. Su romanticismo. Mi padre me ha querido muchísimo, a todos, y todavía hoy tengo  su amor. Recuerdo lo feliz que era cuando estábamos todos en casa, y echaba el pestillo. Nunca me lo dijo así, pero sé que para él era una sensación maravillosa (yo lo percibía); estábamos todos juntos y a salvo. Así que lo demás poco importaba.
Qué bonita fue la vida a su lado. Yo no lo sabía entonces como lo sé ahora, pero qué felices fuimos mis hermanos y yo rescatando perros abandonados, yendo a la Sierra Salinas, poniendo el belén o paseando en coche los domingos por la tarde, a pesar de que a él los domingos por la tarde no le gustasen. Qué felices fuimos almorzando gachasmigas y bailando en la tardes de Nochebuena; le encantaba sacarnos a bailar, siempre lo conseguía a pesar de que a nosotras nos diese una terrible vergüenza adolescente. Qué felices fuimos paseando por la playa, clavando nuestra sombrilla en la arena cuando ni siquiera las gaviotas habían amanecido. Qué felices fuimos buscando el coche que nunca compramos y urdiendo un plan para adoptar un nuevo cachorro que nunca llegó a nacer. Qué felices fuimos, padre.
Feliz día del padre, papa.

2 comentarios:

  1. Me conmueven tus palabras, Almu. Solo quien conoce la pérdida sabe calibrar el peso que deja la ausencia. Y yo no puedo más que dejarte dos textos en los que tantas veces he buscado el consuelo de la palabra.

    "Sé que he perdido tantas cosas que no podría contarlas y que esas perdiciones, ahora, son lo que es mío(...) Mi padre ha muerto y está siempre a mi lado. Cuando quiero escandir versos de Swinburne, lo hago, me dicen, con su voz. Sólo el que ha muerto es nuestro, sólo es nuestro lo que perdimos(...) Todo poema, con el tiempo, es una elegía. Nuestras son las mujeres que nos dejaron, ya no sujetos a la víspera, que es zozobra, y a las alarmas y terrores de la esperanza. No hay otros paraísos que los paraísos perdidos.
    JL Borges, Los conjurados

    "Y no lo sabía entonces como lo sé ahora, pero qué felices fuimos"

    "Ahora ya sé que pasé por tu vida
    como pasan los ríos debajo de los puentes
    indiferentes, turbios, orgullosos
    con la trivialidad desdibujada
    de las pequeñas cosas que parecen eternas.
    Muchas veces lo obvio
    se oculta tras un halo de extrañeza
    tras la costumbre lenta, indistinguible
    del aura fugitiva de las vivencias únicas.
    Es difícil saber
    que la belleza abrupta del vivir cotidiano
    tan desinteresada de sí misma
    nacida sin clamor ni pretensiones
    es en esencia tan mágica y rotunda
    que resulta imposible de imitar a propósito.
    Y es aún más difícil
    comprender que la fiesta de las cosas sencillas
    casi siempre termina
    mucho antes que la voluntad del festejado.
    Inmóvil vi pasar ante mis ojos
    el desfile callado de tu vida
    con tus sueños cansados en otoño
    tus alegrías de puertas para adentro
    y tus desvelos discretamente cálidos.
    Creo acertar si digo
    que nunca te di nada que no fuese
    Un préstamo a mí mismo.
    Te pedí, sin embargo, tantas cosas.
    Hoy, inmóvil de nuevo, asisto inerme
    a este desfile amargo de tu ausencia
    mientras mi corazón, dividido y atónito,
    comienza a descubrir, como el poeta,
    que la vida va en serio.
    Te recuerdo. Hace frío
    y el frío me devuelve
    aquella forma tuya tan sutil
    de ofrecerme a la vez un corazón errante
    la suerte en un casino de Las Vegas
    la lluvia indescifrable del desierto
    los versos de Machado en un suburbio.
    Ahora ya sé que pasé por tu vida
    indolente y confiado, sin asombro,
    como suelen vivir todos los hombres
    que no conocen todavía la pérdida"
    Raquel Lanseros, Un joven poeta recuerda a su padre

    Gracias, Almu.

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  2. Voy en el tren de camino a casa. Parece que aquí tus citas todavía saben mejor.
    Gracias a ti, compañera. Gracias por este Renacimiento. Te debo un halo de vida.
    Felices vacaciones.

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