"Escogido estoy ya para la hazaña
del gran gozo del mundo:
de sorportar la dicha, de entregarle
todo lo que ella pide, carne, vida
muerte, resurrección, rosa, mordisco;"
Felicidad inminente,
Pedro Salinas
Otoño
Me cuesta describir la felicidad. Me cuesta verbalizarla. Cuando pienso en la melancolía todo es más fácil; me vienen mil y una escenas de terror, de desamparo y desasosiego; sin embargo, la felicidad es caduca, como las hojas de mi otoño. Aún así, a veces tiene tanta luz que se filtra por entre las ramas desnudas de esta estación que me vio nacer y a la que se le ha robado el día, (quizá por eso).
Me ha pillado desprevenida, desprovista de azúcar y con la puerta cerrada. No la esperaba y ha sabido resbalarse por entre las sábanas de hilo y dormir en mi lecho. Esta mañana, cuando he despertado, no podía huir de ella. Hacía calor y en la cima de la Sierra se vislumbraban motas de nieve. He seguido, agradecida, a los minutos y las horas en que me acompañaba.
Esta noche me perfumaré con flor de cerezo. Cautelosa, esperaré que duerma a mi lado.
La felicidad con mayúsculas estoy convencida de que está reservada a aquellos que, generosos, pagan el alto precio que ella les impone. Quizá por eso siempre nos coge desprevenidos, cuando ya ni siquiera la esperábamos.
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Me alegra mucho que escribas con más frecuencia.
Si no fuese por ti...
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