Devorando elefantes

domingo, 23 de enero de 2022

#mujeresquecorren

 

(*Artículo escrito para la revista Okupa del I.E.S. José Luis Castillo-Puche; curso 21-22)



Carrera de las Norias. 

7,6 kms. 24/10/21


Empecé a correr cuando tenía unos 25 años. Nunca había sido deportista; en el colegio era la típica chica más bien rellenita a la que el deporte le hacía “sufrir”. Recuerdo las pruebas de resistencia de Educación Física, las cuales vivía como un auténtico tormento. A finales del instituto, la cosa empezó a cambiar. Empecé a hacer algo de deporte y empecé a sentir lo bien que me sentaban esos pequeños cambios… No fue hasta cuando terminé la Universidad cuando me decidí a correr: era barato, no requería de mucha logística, un horario flexible que podías acomodar a tu rutina… Vamos, ¡no había excusa! Y el gusanillo o las endorfinas/dopaminas/serotoninas empezaron a apoderarse de mí.

    Nunca me sentí corredora, ni siquiera deportista, a pesar de que hacía deporte con cierta regularidad. Estas “etiquetas” me parecían como muy ambiciosas para alguien como yo que apenas corría dos o tres veces por semana una media de cuatro o cinco kilómetros. Después vinieron pequeñas lesiones; cada vez quería correr más, pero no me cuidaba lo suficiente: no estiraba, no hacía ejercicios de fuerza… Y dejé de correr.

    No obstante, ese gusanillo del que hablaba seguía en mí. Y por épocas volvía a correr. Empecé también a practicar otros deportes y fui consciente de su importancia si de verdad quieres estar bien, en definitiva, si quieres ser feliz. No importa qué deporte hagas; ahí has de buscar tu propia motivación y la que se alinee más con tus valores.

    Desde hace unos años trato de mejorar y no abandono este bendito hábito que me hace tener los pies en la tierra y a la vez me da tantas alas…

    El querer correr ha hecho que me ocupe en hacerlo mejor; que cuide mi alimentación, que sea disciplinada y que me forme en ello. He conocido a Cristina Mitre, la líder del movimiento #mujeresquecorren, que me ha servido de inspiración continua. Es curioso saber cómo las mujeres, a lo largo de la historia, han hecho mucho menos deporte que los hombres; a pesar de que se operan grandes cambios en este ámbito, observamos cómo la mujer relega mucho más esta afición. No hay suficiente cultura del deporte entre las mujeres. Y debemos promoverla e inspirarnos. También leía hace poco que hay dos etapas en la vida de una mujer en la que esta deja de correr: en su adolescencia y en su maternidad más temprana. He experimentado ambos “abandonos” y lejos de martirizarme o castigarme por ello, solo quiero promover que no hagamos esto. A veces es complicado: la vorágine de nuestro día a día, las obligaciones impepinables, la NO conciliación (muchas de mis compañeras mamás sabrán de qué hablo), la pereza o la falta de motivación resultan un lastre muy limitante. Lo sé. Lucho con cada uno de ellos cada día. Pero debemos cuidarnos, atendernos y hacer deporte. No hay otra.

    Me gusta correr porque lo hago sola, porque es un ejercicio para mí y solo para mí. A veces es la única excusa que tengo para “salir corriendo” del trabajo, la casa, hijos… Me gusta correr porque me siento libre, dueña de mí misma. Me gusta correr porque a veces, cuando no puedo más, me doy cuenta de que siempre puedo más. Me gusta correr porque experimentas cambios en ti, tanto físicos como síquicos, que te aportan mucho bienestar. Me gusta correr porque implica prestarle más atención a tu cuerpo, al que muchas veces ni siquiera miramos. Me gusta correr porque te hace ser humilde y te demuestra cuánto queda por hacer siempre.  Me gusta correr porque supone dejar de lamentarte y pasar a la acción. Me gusta correr porque soy mejor cuando corro, porque soy feliz cuando corro, ¡ni qué decir cuando terminas una buena carrera! Cristina Mitre en su libro Mujeres que corren decía que “para una mujer correr es mucho más que correr”. Pues eso.

    Sé que seguiré corriendo siempre, aunque haya etapas que tal vez me aleje. Sé que se puede correr a los 18, a los 40, a los 50 y a los 60. Sé que puedes correr solo o con un grupo que te sirva de motivación. Sé que puedes hacerlo sin más pretensiones que la de un trote ligero que te ponga un poquito a prueba o plantearte una media maratón. Lo puedes hacer como tú quieras. Pero hazlo. U otro deporte. Pero hazlo. Es fundamental para tu bienestar personal.

 

N.B. : Escribo este artículo el día que mi amiga Irene García, una de nuestras orientadoras, va a correr la media maratón. Es una valiente que ha decidido ponerse a prueba y superarse a sí misma. Ella me llevó a mi primera y modesta carrera y no olvidaré nunca su abrazo cuando llegamos a meta; ella y yo sabemos TODO lo que llegaba a esa meta con nosotras.

 

Almudena Ortega Azorín

Profesora de Lengua Castellana y Literatura

 

domingo, 15 de agosto de 2021

"Anne with an E"

 "Una sola ley: hagan , digan, sientan. 

Pero hagan lo que dicen, digan lo que sienten y sientan lo que hacen". M.B. 


Fernando Vicente

 

M. marchó ayer con F. Necesitaba unos días para mi soledad y mi desasosiego. Me pedían a gritos atenderlos, hacerles un hueco lo suficientemente hondo como para anclarse en mí. Creo que lo he conseguido. 

Siguiendo las recomendaciones de mi sobrina L., estoy viendo "Anne with an "E" ". Desde el pimer episodio, "La voluntad forjará tu destino", advertí que me gustaría muchísimo. Mis sensaciones y emociones han ido creciendo a medida que avanzaba en el deleite de ver esta serie. Hablo de deleite y, una vez más, a pesar de mi veneración absoluta por las palabras, no estoy segura de ser lo suficientemente justa al hablar de "deleite". Realmente estoy sobrecogida. Trataré de explicarme:

"El arte, la capacidad de crearlo, da sentido a la tristeza de un modo que muchos no pueden experimentar".

"Lo que digo es que no hay un único camino en el arte o en la vida. A veces no hay ningún camino y uno debe derribar muros y abrirse paso en el bosque para llegar a su destino".

"Tienes una preciosa conexión con las palabras. Tenlo en cuenta. Haz algo con ello. Ve adonde te lleve tu pasión".

"Recordé entonces que el mundo real era inmenso y que existía una gran variedad de esperanzas y temores, de sensaciones y emociones, que esperaban a quienes tenían el valor de salir a él... De buscar un verdadero conocimiento de la vida entre sus peligros". 


Fragmentos escogidos del capítulo siete de la segunda temporada. Tenía que parar mientras los veía; tomar nota de ellos y degustarlos. Saborearlos lenta e incansablemente. Las lágrimas recorrían mi rostro; sentía el alma empozada en la gracilidad de estos diálogos... Realmente extasiada con esta esta serie que ha pellizcado mi alma llevándome a mi niñez melancólica que nadie supo explicarme. 

Ana de las Tejas Verdes; así la recordaba yo. Una niña tremendamente sensible y fuerte; buscadora incansable de la belleza; cultivadora perenne de la compasión; una niña buena, tremendamente soñadora que quería ser guapa. Una niña que soñaba con ser amada por un príncipe por siempre jamás y recibir el beso más hermoso de la historia. Una niña con fuerte personalidad e inquietudes, amante de las palabras y las flores blancas, del otoño y las mangas abullonadas. Una niña que hablaba con los animales y a la que le gustaba dar vueltas y más vueltas hasta que su ensoñación la venciese. Una niña que quería ser bonita y que todos la quisieran. Una niña que se sentía desdichada por ser distinta: sensible. 

Y el orfanato, ¡ahora entiendo por qué siempre quise ir a un orfanato! Quería experimentar lo mismo que ella: detenerme yo también en la desdicha y el poder de su redención. Ahondar en las profundidades de mis vulnerabilidades y naufragar en ellas. 

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¿Siempre saldré redimida?, ¿y si llega el día en que no lo siento así?, ¿y si llega el día que la sobrexcitación es demasiada para mi espíritu?, ¿me vale toda esta sensibilidad lo que la dicha de una vida más mediocre le da a muchos?

Almu/a


domingo, 4 de abril de 2021

Mujer con miedo

 


Cultura inquieta

Estos días he vuelto a tener miedo y digo tener miedo, porque cuando viene, se apodera de mí. No hablo de sentir miedo, hablo de tenerlo, es importante esta idea de posesión que me invade en las noches de soledad infundada. El miedo siempre llega por la noche, cuando no hay luz, y no puedo ver con claridad. Llega y mi recuerda quién soy: una mujer vulnerable, sensitiva, emocional, intensa… Y me atenta, me invade casi… Y durante ese tiempo, solo él me habita; me introduce en su cruel laberinto de incertidumbres, de suposiciones, de sinrazón; y se ramifica, y pretende hundir sus raíces en mi alma, en mi corazón. Es tremendamente doloroso.

PERO, ¡pero!, mi corazón está habitado de amor. Y esas raíces no hallan suficiente abono en él; en mi corazón está MI HIJO; a él le debo esta palabra: AMOR. En mi corazón está mi familia, y estoy yo: una mujer valiente, íntegra, madre… Y el día vuelve a despuntar, y vuelvo a ponerme en pie. Y mi niño se despierta en mi regazo; y mis alumnos me esperan en el aula, y tal vez podamos hablar de la VIDA; y mi amiga me escribe y me confía cómo está su alma; y mi madre me está esperando cuando volvemos, M. y yo, JUNTOS del colegio. 

M. necesita mis abrazos; muchas veces interrumpe cualquier actividad para venir a mí con los brazos abiertos, incluso si estamos pegados, necesita alejarse un poquito y tomar carrerilla para que ese abrazo todavía tenga más fuerza. También, de repente, me dice TE QUIERO, y el mundo se abre a mis pies.

 

Y esta es la LUZ que entra por mi ventana cada despertar.

 


POESÍA EN LA CALLE

 


En mi vocación de filóloga –‘el que ama el verbo’- siempre he sido consciente del asombroso poder de las palabras. El mundo está hecho de palabras; nada existe, nada consta de identidad hasta que no lo nominalizamos; Lev Vigotsky, sicólogo y fundador de la Teoría Sociocultural del lenguaje, establecía que “el niño comienza a percibir el mundo no solo a través de sus ojos, sino también a través de su discurso”.

La PALABRA tiene afán de creación. No sabremos de nuestra historia, sino la leemos; no sabremos de ciencia, si no la estudiamos; no sabremos filosofía, arquitectura, literatura, derecho ni medicina, si no los aprendemos. No sabremos de nuestra esencia, si no ponemos nombre a nuestras emociones. Y no sabremos ser felices si no nos hablamos con honestidad.

En todo este fascinante proceso, podemos señalar la parte más alentadora: el discurso se aprende, el lenguaje se adquiere. Noam Chosmsky, como saben, una de las figuras más destacadas de la Lingüística del siglo XX,  establecía que “la obligación de cualquier maestro es ayudar a sus estudiantes a descubrir la verdad por sí misma”. Y será precisamente en mi vocación de docente – ‘el que enseña’- donde todo este prolijo y exquisito entramado adquiere más sentido: enseñar a nuestros alumnos a conocer y usar el lenguaje; “Solo el que sabe es libre, y más libre  el que más sabe… Solo la cultura da libertad”, establecía Miguel de Unamuno.

Me encanta cuando afirmo a mis alumnos que cuanta más lengua sepan, más felices serán; la experiencia me dice que este poderoso argumento todavía no es compartido por sus mentes adolescentes, pero confío plenamente en el futuro que están creando y en que tal vez alguno de ellos, más adelante,  pueda experimentar de primera mano, la verdad de tan noble asunto.

Si hablamos de POESÍA, el poder se multiplica; entran en juego las pasiones y los pecados, el instante preciso y la eternidad del tiempo, los vicios más solemnes y las virtudes más oscuras, el ingenio y el desconcierto, la quietud y el desasosiego, la soledad y el ruido. El amor y el desamor. Entra en juego la BELLEZA. Y como no podía ser de otra manera, en su grado máximo de excelencia que le es propio, la belleza no se aprende, no se adquiere.  La belleza se experimenta, se siente, se vive.

Me declaro una firme defensora de democratizar la cultura; necesitamos vivir rodeados de ARTE, de belleza; y no se engañen ni busquen pueriles excusas, el arte nos pertenece a todos, solo hemos de dignificarlo, visualizarlo, rescatarlo de la élite esnob que cree que solo a ellos les pertenece.

No sé ustedes, pero una de las motivaciones que más me inspira y entusiasma cuando visito un lugar nuevo es encontrarme con versos por sus calles y paredes; palabas indómitas que resisten y persisten las inclemencias meteorológicas y humanas a las que se ven sometidas… En mis fotos de viajes es curioso cómo las que más abundan son aquellas que robaron mi atención en un momento determinado, bien sea una declaración de amor, un canto a la vida,  o bien, el reconocimiento de algunas de nuestras más profundas vulnerabilidades. En estos tiempos de dura pandemia, más que nunca, hemos de cultivar el espíritu. Busquemos la belleza de la vida sencilla y acojamos la poesía en nuestro día a día. Créanme, haremos de esta bendita casa un lugar más hermoso y habitable·

(*Artículo escrito para la Revista Okupa del I.E.S. José Luis Castillo-Puche; curso 20-21)

 


lunes, 2 de noviembre de 2020

AUTOBIOGRAFÍA

 


Filomena I
Miriam Martínez Abellán


Mi amiga C. siempre decía que yo era una niña muy soñadora; y es cierto, soñaba constantemente en mis agotadoras vigilias, y por las noches, por fin, descansaba.

Mi amiga C. sabe muy bien quién soy; nos conocimos cuando éramos muy pequeñitas, y desde entonces, tan unidas. Ella era rubia; yo, morena. Ella era bajita; yo, muy grande. Ella era del centro; yo, del extrarradio. Ella usaba disfraces bonitos; yo, de mis hermanos. Ella desayunaba pan casero; yo, cualquier cosa que mi madre podía preparar. Ella, en Navidad, recibía muchos regalos; yo, tenía que inventármelos. Ella era la pequeña de dos hermanas; yo, la pequeña de cinco. Ella fue una niña deseada; yo, una "inconsciencia" de mis padres. Ella era sencilla y educada; yo, contestaria y quejicona. A ella le leían cuentos cada noche; yo, me los inventaba. Ella tenía libros en casa; yo, solo una vieja enciclopedia y un par de libros de consulta. A ella le hacían fotos; a mí, no. Ella tenía vacaciones y me escribía cartas desde la playa; yo nunca tuve que hacerlo, porque solo iba los domingos. Ella tenía una cartilla con dinero que sus padres habían ahorrado para cuando marchase a estudiar; yo, sin embargo, tenía múltiples trabajos; era camarera en bares y restaurantes (a la vez; unos por el mediodía, otros por la noche), azafata de eventos, niñera, correctora de trabajos y tesis doctorales, payaso en cumpleaños y comuniones, jornalera,  profesora particular... 

Sin embargo, hay algo que SOLO YO tenía, que ni ella ni muchos de mis amigos tenían. Yo era muy sensible. Y muy perspicaz. Era despistada, pero a la vez, sumamente trabajadora y constante. Y era muy buena amiga de mis amigos. Poseía un talento especial para las relaciones: todos me querían y confíaban en mí. Era divertida. A su vez, sabía muy bien qué quería y sabía que tenía que luchar duro para conseguirlo. Yo no quería ser como mis hermanos, quería salir del pueblo, estudiar y viajar. Quería ser bonita, y dulce. Quería ser una mujer inteligente y cultivada. Serena. Quería tener una familia y ser una gran profesional. Quería tener ideales y vivir bajo su imperio. Quería escribir. 

Y me fui a estudiar. Y conocí la poesía. Y desarrollé un talento exquisito para comunicarme. Y para conectar con el mundo. A veces esto era agotador; muy agotador. Y duro. Tanta presión, tanto compromiso para con todos, para con el mundo, me vació por dentro. Y enfermé. Y tiraba mi amor propio por el váter compulsivamente porque no tenía fuerzas para seguir luchando yo sola. En caso lo supieron. Y se preocuparon, pero en el momento en el que sentí que era una "carga" para mi madre, que no tenía dinero para pagarme sicólogos ni atenciones, volví a andar yo sola. Tardé años en retomar el vuelo. Durante mucho tiempo estuve en una cuerda floja en la que, cualquier ligero imprevisto, me lanzaba al vacío. Aun así, yo siempre volvía a levantarme. 

Poco a poco, empecé a ser consciente de lo valiosa que era. Empecé a hacer terapia; ya podía pagármela yo, y comprobé que el poder estaba en mí. F. no ayudó mucho en todo esto; era un hombre bueno y sensible, pero no ayudaba a VIVIR. Yo asumía las responsabilidades de todo: de ponernos al día con la vida, de pagar y gestionar las facturas, de hacer planes... Él me quería, sí, pero desde el sofá. Y nunca se levantó de ahí. Una vez más yo asumí el COMPROMISO  y la entrega. Además, él se fue; cuando más lo necesité, se fue y me dejó. Aunque lo he perdonado, lo perdoné desde el primer día, porque sé que es el miedo el que opera en su interior. Y la vulnerabilidad. Y yo sé lo que es sentir miedo, y lo que es sentirse vulnerable. Y no lo voy a castigar por ello. 

Mi amiga C. es mi gran AMIGA. Hemos crecido unidas y nada ni nadie ha podido separarnos, aunque no siempre hayamos estado juntas. Nuestras alegrías y penas son compartidas. Y somos inmensamente generosas la una con la otra. La amo. Y ella me ama a mí. 


No podría decir que mi vida ha sido difícil, no creo que tenga derecho ni motivos suficientes. 


A veces sigo teniendo MIEDO y sintiéndome sola y vulnerable. Pero tengo DICHA en mi interior: tengo un HIJO fruto de mi amor más profundo, y solo pensar en una letra de su nombre, tan solo una letra, me conmociona. Sé que soy una buena mamá, la mejor para mi pequeño: nos respetamos y nos amamos y albergo miles de ilusiones a su lado. Tengo a mi MADRE, inquebrantable, dura y férrea, y a mi FAMILIA,  que siempre están, incluso cuando no quiero. Tengo a mis AMIGOS, que me quieren y me apoyan; me conocen, saben cuál es mi esencia y estamos unidos por siempre. Tengo SENSIBILIDAD y sé apreciar la belleza de la vida sencilla. Tengo un trabajo maravilloso; trabajo con adolescentes y, por muy complicadas que se pongan las cosas, siempre trato de encontrar un poema que les llegue al alma y les reconcilie con la vida. Tengo dinero; tengo dinero suficiente para vivir bien y ayudar a mi familia, que tanto lo merece. 

Lo conseguí: soy una mujer inteligente. Soy culta. Soy sensible. Atractiva. Tengo una familia a la que amo más que a mí misma, y que nutro día a día, yo sola; con entrega, compromiso, valor, responsabilidad, amor... Soy una buena profesora de Lengua y Literatura y, algún día, escribiré mi novela.


YO. 

 

domingo, 21 de octubre de 2018

República luminosa




"Las situaciones extraordinarias nos obligan siempre a razonar con una lógica distinta", República luminosa, ANDRÉS BARBA.


Es esta una historia muy curiosa, la de 32 niños salvajes que viven en la selva de una ciudad de provincias, San Cristobal, en Sudamérica, y cómo irrumpen en la ciudad en determinados momentos generando así episodios de angustia, incertidumbre, desvelos... Los 32 son un protagonista múltiple, colectivo, que no pierde en ningún caso el valor de unidad; acertado procedimiento para otorgar de una fuerza muy orgánica a la novela. 

En un escenario lleno de cloacas y oscuridad, los chicos consiguen crear un espacio en el que habitar dotado de LUZ. El río y la tierra, dos agentes muy significativos también en la narración, otorgan al texto de ese valor de naturaleza virgen, de asfixia tropical, de extremidad. 

Una historia fascinante, curiosa, inteligente; una crónica reposada y madura de unos hechos aborígenes y espeluznantes, narrada con una contención brillante, exquisita, serena. Sabia. 

"La infancia es más poderosa que la ficción". Vaya que sí. 


domingo, 26 de agosto de 2018

El final del verano


"Llega un momento en que es necesario abandonar las ropas usadas que ya tienen la forma de nuestro cuerpo y olvidar los caminos que nos llevan siempre a los mismos lugares. Es el momento de la travesía. Y si no osamos emprenderla, nos habremos quedado para siempre al margen de nosotros mismos"FERNANDO PESSOA.


Mujer bajo la lluvia


Ha pasado el verano; como todos estos últimos, se suceden con honestidad. El verano es el tiempo en el que me encuentro a solas conmigo misma y tengo todo el día para ir descubriéndome. Qué largas las horas de estos días secos y ensimismados. 

Había dibujado unos cuantos itinerarios, como acostumbro. M y yo empezamos a caminar sobre ellos; a veces nos cuesta; nuestros pies descalzos no saben muy bien hacia dónde dirigirse. Afortunadamente, vamos de la mano. Eso lo cambia todo y nos convierte en seres más poderosos y carismáticos. 
No sé muy bien qué opinará M, pero yo prefiero el otoño (soy tan pobre a veces que solo hago que elegir). Él nació en verano, por lo que igual conseguimos que él si sea un ser de luz. Yo, sin embargo, soy un ser de agua, y está bien. Me gusta la lluvia y la vida. Y proteger mis huesos del frío y el hielo. 


Espero con ilusión al septiembre de 2018.