Devorando elefantes

jueves, 14 de abril de 2016

Silencio



“Recuerda que cuando un hombre sale de una habitación, se lo deja todo en ella –le ha dicho su amiga Marie Mendelson-. Cuando sale una mujer, se lleva todo lo que ha ocurrido allí”. Alice  Munro.






El título era “Julieta”, la última de Almodóvar. He ido al cine con  expectativas, y sola, como a mí me gusta.  Yo no tengo más que mi criterio, mi humilde criterio, para afirmar que me ha gustado mucho, a pesar de lo que dicen las consagradas y petulantes críticas. Intuía que era el Almodóvar que andaba buscando y que se me quedó en Volver.


“Julieta” es la historia de un silencio, título original que el director decidió cambiar a unos meses del estreno porque coincidía con otro film de Scorsese  – aun así, hubiese preferido silencio-. Julieta es también la historia de una espera, y de la soledad. Concavidades en las que todos nos hemos visto atrapados en algún momento de nuestras vidas y de las que nunca se sale indemne.

Desde el primer fotograma de la película, te sabes en el universo Almodóvar; no creo que muchos directores de cine hayan consagrado un sello tan personal que permita al espectador identificar en cualquiera de sus planos “con quién se está jugando los cuartos”. A pesar de esto, lo he encontrado renovado; kitsch, pero más fresco. E intenso, casi siempre; cuando menos, el guión.

Nada resulta baladí en sus largos, ni siquiera una postal de felicitaciones o un brindis descuidado. Con una banda sonora rotunda, muy de el deseo, y la belleza narrativa de sus planos, ha habido momentos en los que me he descubierto apretando mis brazos contra la butaca y con la necesidad de respirar hondo.


Vayan al cine. Marca España.


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